Parece que nos quedan unas cuantas semanas más de reclusión.
Aunque esto no sea un juego de nominaciones, por si a alguien le es de
utilidad, os doy mis recomendaciones literarias para lo que nos queda de
cuarentena. Para que no me salga una detestable “lista de los cien mejores…” he
decidido centrarme en cosas que haya leído en 2020.
No necesito que me encierren en mi casa para perderme en las
páginas de un libro, pero la cuarentena es una excusa perfecta para no sentirme
culpable por no hacer otra cosa que no sea leer. No tengo remordimientos por no
salir a correr y no me pregunto qué me estaré perdiendo en la calle porque los
bares están cerrados y mis amigos encerrados.
En los 20 días que llevamos, he tenido mi primer
acercamiento novelesco a Almudena Grandes, aunque no es una escritora desconocida
para mí, ya que hace años que no me pierdo su artículo semanal del país. He empezado
sus episodios de una guerra interminable (primer homenaje a Galdós) con los
pacientes del Doctor García. Pidiendo prestado el subtítulo del libro
de Salus, la novela es la crónica de una derrota (la de nuestros abuelos que soñaban con una
España ilustrada, menos inculta, analfabeta y aristocrática, más digna y en la
que no se pasara hambre ni vergüenza de portar sus símbolos) cuyos tentáculos
aún nos tocan hoy en un país que subvenciona la tauromaquia y la Semana Santa,
pero se indigna cuando el cine o la literatura piden que se baje el IVA a la
cultura. Historia de asesinos sin castigo y de derrotados eternos, los del 33,
los del 39, los de la crisis del 2008, siempre con el beneplácito de la
ignorancia, espoleada por los medios de masas. Leer a Almudena Grandes es
explicar nuestro presente leyendo el tiempo de nuestros abuelos, al igual que
el tiempo de nuestros abuelos se explica leyendo a Galdós, al que se homenajea
en la novela dos veces más, con la lectura de Trafalgar y con el poema de Luis
Cernuda que sirve de Prólogo. Leer a Almudena grandes es reconocer que
Hollywood nos ha engañado. ¡Joder!, aquí si había armas de destrucción masiva
(o al menos los criminales de guerra que las usaron). Libro no apto para
sujetabanderas, mitómanos ni mesiánicos, aunque sea a ellos a quienes más falta
les haga este tipo de supositorios.
Antes de empezar con la novela de Almudena, mis primeros días de
confinamiento los pasé acompañado de un tipo al que se suele tachar de misógino,
misántropo, conservador y xenófobo, pero que comparte una buena parte del
diagnóstico antiliberal, pro-comunitario y anti-individualista con el ala
pesimista de la izquierda. El tipo escribe muy bien eso sí, y hay que leer de
todo. No es otro que Michel Houellebecq, por recomendación de mi amigo
Miguel Sánchez (autor de otras grandes recomendaciones como El poder del perro,
que me descubrió al gran Don Wilson. Ese libro nos ha obligado a leerlo a todos
sus amigos para considerarnos como tales). En concreto, escogí Plataforma,
que aunque parece no ser su mejor obra, me servía como candidato para relacionarlo
con mi viaje a Tailandia de hace un año, ya que el país del sudeste asiático es
el escenario principal del libro. En la novela me encontré con una Tailandia muy
diferente a la que yo conocí, pero de la que pude ver algún indicio, la del
turismo sexual, la que no se puede recomendar en las guías pero que, como el
resto de los daños colaterales de nuestra sociedad, estamos obligados a conocer.
Houellebecq le da un puñetazo en el estómago al occidente del siglo XXI. Si no
he empezado a leer Las partículas elementales y el mapa del
territorio (las que se suponen son sus mejores obras) es porque si los
libros pendientes que adornan mi biblioteca aguantan la cuarentena, no
traicionaré con un pedido a Amazon a mi librería independiente de cabecera.
Seguiré haciendo caso a las recomendaciones de mi amigo Miguel cuando nos den
el tercer grado o cuando los libros se consideren bienes de primera necesidad.
No recomendable para optimistas con anteojeras que no se atrevan a mirar al
abismo, o al espejo...
También me he leído estos días la novela el sentido de
un final, por el que le dieron el premio Man Booker a uno de mis
escritores fetiche, y probablemente uno de los tres mejores autores ingleses
vivos, Julian Barnes. Desafortunadamente, me ha aburrido un poco y
considero que se queda muy lejos de otras obras del escritor, como el ruido
del tiempo o el loro de Flaubert, que son obras maestras de la
literatura contemporánea.
Además de lo último de Julian Barnes, hay otros libros que
he leído este año y no me han gustado. Curiosamente son dos novelas que elegí
libremente (no por recomendación de nadie), porque teóricamente contenían
ingredientes que me suelen resultar atractivos. El primero es Invierno en
Lisboa de Antonio Muñoz Molina (Con sus clubes de Jazz, sus
personajes perdidos en la vida, su persecución imposible de un amor autodestructivo,
sus descripciones de una ciudad como Lisboa, etc.) del que sí me gustó leer en
el instituto Plenilunio y al que pienso volver a dar una oportunidad con
su premio planeta El Jinete Polaco. El segundo libro trata de la primera
guerra mundial y lo leí atraído por el tema después de ver la película 1917. Se
trata de la batalla de Occidente de Éric Vuillard, premio
Goncourt 2018 por el orden del día y del que había leído maravillas. El
libro destaca por tener un estilo muy original de contarte los cuatro años y
pico de guerra a través de pequeños detalles, que a mí se me hizo difícil de
seguir.
Si lo que te gusta es la novela negra, ayer empecé Unos
por otros de Philip Kerr, que sitúa al sarcástico detective
Bernad Gunter en el Berlín inmediatamente posterior a la Segunda Guerra Mundial,
en la Alemania de los Juicios de Nuremberg (título de una película muy
recomendable). De momento tiene buena pinta, ya os comentaré si merece la pena,
pero he decidido empezar a conocer a este autor con este libro porque el
argumento tiene algunos paralelismos con el de Almudena Grandes, ya que el
detective tendrá que lidiar con criminales de guerra nazi que huyen de la justicia
con la complacencia de los vencedores en occidente, que tienen a su nuevo
enemigo al otro lado del telón de acero. Al autor llegué leyendo sobre una
serie de la televisión alemana que os recomiendo también para estos días de
confinamiento, Babylon Berlin, cine negro de muchos quilates rodado para la
pequeña pantalla y ambientado en la República de Weimar (Está en Movistar+).
Para desgracia de Isa, me sentí muy identificado con el artículo
de Manuel Vilas en el País, “En mi casa procuro que los libros estén a la
vista, que se sienten en las sillas, se acuesten en la cama, se suban a las
mesas, se encierren en el lavabo, se metan en la nevera”.
Tengo desparramados por el salón retazos de mis últimas
lecturas, las pre-cuarentena. Me gusta dejarlas a la vista para alargar su
recuerdo, la influencia que sus historias tienen sobre mi forma de pensar, las
huellas que han dejado sobre mí. Tienen el mismo poder de traslación que los imanes
de los viajes encaramados a la nevera. Aprovecho para recomendar algunas de
ellas:
-
Frankenstein, de Mary Shelley.
Sobre como la Sociedad termina siendo víctima de sus propios monstruos, de su
ambición. Nos recuerda en un momento inmejorable que, aunque juguemos a ser
dioses, somos tan vulnerables, tan mortales como el más insignificante de los
seres vivos, como un virus. Muy significativo que antes de leerlo, todos
creamos que Frankenstein es el monstruo, y no su creador. No apto para
supremacistas.
-
Siempre hemos vivido en el Castillo,
de Shirley Jackson. No es la literatura que más me gusta, pero cuando me
apetezca el terror gótico volveré a Shirley Jackson antes que a Stephen King,
porque no siempre es verdad eso de que el alumno supera al maestro. Mucho más
recomendable que esta novela es su relato La lotería, sobre todo para
aquellos que defienden la tradición por encima de todo y de todos.
-
Sobre los huesos de los muertos,
de la polaca premio nobel de literatura, Olga Tokarczuk. Thriler
ecologista y animalista que juega con el término venganza poética y que
interpela a la conciencia de los que aman la cacería, pero también a la de los
que no sabemos decir que no a una buena barbacoa carnívora. Recomendación
especial para mis amigos veganos, vegetarianos y animalistas. Absténganse
intolerantes a las críticas contra el sufrimiento ajeno y a que formas de
consumo responsable son cuanto menos respetables, sino deseables.
-
Hotel Silencio, de la islandesa Auður
Ava Ólafsdóttir. Maravillosa novela para momentos de bajón existencial. Con
un humor negro sorprendente (te vas a reír de cosas que no deberías) que te
pone en tu sitio. Pone en perspectiva tus problemas del primer mundo y tiene un
mensaje absolutamente optimista de colectividad y solidaridad como tratamiento
antidepresivo. La visión opuesta a Houellebecq de problemas similares.
-
1917. La Revolución rusa cien años después. Coordinado por
Juan Andrade y Fernando Hernández, de la editorial Akal. Ensayo sobre la
revolución rusa contado por diversos autores desde varias perspectivas, algunas
muy interesantes y amenas y otras demasiado técnicas y prescindibles si tu
objetivo no es licenciarte en ciencias políticas.
-
El libro del arte. Editorial Akal. Ensayo ilustrado
sobre la historia del arte. Recomendable para fans de Ramón Gener y para los
que como es mi caso, no tengan ni idea de pintura pero quieran sacar más
partido a museos y pinacotecas sin tener que leer algo demasiado técnico.
En fin, espero que las próximas recomendaciones, al igual
que los abrazos, nos las podamos dar pronto en persona, en la barra de algún
bar.
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