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Conversaciones sobre El Ruido del Tiempo de Julian Barnes con el loro de Flaubert


Resultado de imagen de el loro de flaubertEscribe Julian Barnes: “El Loro de Flaubert se llamaba Loulou. Tenía el cuerpo verde, la punta de las alas rosa, la frente azul, y la garganta dorada”. Soy incapaz de visualizar el color que tenía el plumaje del loro que el Tato solía tener en el patio de su bar, pero uno de los recuerdos más vívidos de mi infancia trata de las profundas conversaciones que solía tener con el animal mientras mi padre apuraba el cubata. Por el gran bagaje cultural del loro, sospecho que se trataba de un descendiente del mismísimo loro de Flaubert, el que Julian Barnes retrata en la novela homónima y que aparece en un coeur simple de Flaubert. O quizás fuera el loro de Doña Flora, cuya jaula tenía que limpiar Gabrielillo en Trafalgar, el primer episodio nacional de Pérez Galdós y probablemente el único Loro de la literatura no citado por Geoffrey Braithwaite, el narrado ficticio de Barnes. Aunque, conociendo al tato, tendría más sentido que fuera la reencarnación de Charlie Parker, el pájaro del Jazz. [1]
Resultado de imagen de el ruido del tiempo"En cualquier caso, y siendo el loro de flaubert una de las novelas más famosas de Julian Barnes, no se me ocurría mejor manera de comentar otra de sus novelas (la que nos ocupa hoy), el ruido del tiempo, que charlando sobre literatura con el loro del Tato. Al fin y al cabo, se acerca el carnaval, tiempo de quitarse la careta y asumir nuevas personalidades, y como la Felicity del escritor francés con quien conversaba el pájaro, yo también soy un personaje de pocas palabras.
Siguiendo el hilo de anteriores artículos y la ambientación de la novela que nos ocupa hoy, podríamos estar haciendo un viaje a la URSS de Stalin y de Krushev y a la música de la época. Sin embargo, en el ruido del tiempo, Rusia, la música, los líderes soviéticos, y el mismísimo protagonista, el celebérrimo compositor Dimitri Shostakóvich, son simple atrezo para el verdadero viaje al que Julian Barnes nos invita, un viaje introspectivo hacia el lado más original del artista, aquel que tiene que ver con las emociones, con el miedo y la dicotomía de sus posibles respuestas, la cobardía o la valentía. Es un viaje al lugar interior desde donde nace el arte y al lugar exterior al que va dirigido. El novelista inglés, a través de los recuerdos y el carrusel de pensamientos ficcionados de Shostakovich nos invita a reflexionar sobre la relación del poder con el arte desde todos los planos posibles (cuando es censurado, cuando es utilizado o cuando es una protesta contra el poder), con el público objetivo del arte (¿A quién pertenece el arte?), con la función del miedo como mecanismo de control social y con la visión individual de este mismo miedo y la pusilanimidad en el interior de una mente brillante pero fajada por la cobardía. Para mí, el título de la novela, en un sentido formal y estilístico, es un reflejo del ruido de nuestra mente en estado reflexivo que no conoce el descanso. No hay página del libro en la que no te obligue a pensar en una idea, igual que no hay segundo en que seamos capaces de dejar nuestra mente en blanco y apagar nuestro propio ruido del tiempo (pasado y futuro).
Loro: ¡No seas estúpido! El título del libro hace referencia a cómo, con el paso del tiempo y desligando a la obra de las circunstancias del artista, lo único que queda es el arte por el arte, la verdadera expresión del artista, sin matices ideológicos impuestos.
Ahora recuerdo que ese loro sólo sabía escupir insultos. La novela consta de tres capítulos. Cada uno de ellos nos habla de la vida de Shostakovich vista desde 3 momentos diferentes, claves en su vida: el primero en 1936 tras una mala crítica de su ópera que puede mandarlo a Siberia, el segundo en 1949 cuando asiste como representante de la URSS al Congreso Cultural y Científico por la Paz Mundial en Nueva York y el tercero en 1960 cuando Krushev lo nombra presidente de la Unión de Compositores de la Federación Rusa y se afilia al partido comunista. Tres momentos de su vida que representan 3 formas de relación entre el arte y el poder.
El principio de la novela es completamente magnífico y te introduce en muy pocas páginas en el ambiente de terror de los años de la purga de Stalin previos a la segunda guerra mundial cuando, tanto rivales políticos como escritores y artistas cuya línea no era considerada adecuada por el líder, acabaron en sótanos del NKVD, en gulags siberianos o directamente desaparecidos. Barnes lo cuenta situando a Shostakovich de pie toda la noche en la puerta del ascensor de su edificio para que, cuando los agentes de la policía política vengan a buscarlo, no despierten a su familia. En esas largas horas de madrugada en que cada vez que suena el mecanismo del ascensor se activa su mecanismo interno del miedo, repasa su vida en diapositivas, como aquellas que dicen que aparecen por delante cuando sentimos la última llamada. En breves pensamientos que apenas duran un párrafo, lleno de frases excelentemente cuidadas repasa los momentos más importantes de su vida desde su niñez, como la relación con su madre, a la que había sido incapaz de contradecir, que marcarán su carácter gregario de adulto. El repaso de su vida sigue desde su infancia hasta el día de 1936, ya como músico consagrado, en que se firmó su sentencia de muerte. El día siguiente a que Stalin asistiera a la representación de su ópera Lady Macbeth de Mtsensk, cuando el editorial del Pravda tildara su obra de formalista y de bulla en vez de música.
Loro: Shostakovich sospecha que el editorial lo ha escrito el propio Stalin porque es al único al que nadie se atrevería a corregir los evidentes errores de redacción.
Esta circunstancia sirve al protagonista para reflexionar acerca de a quién pertenece el arte. ¿Qué piensa el loro de esto?
Loro: En escasas franjas históricas encontramos que el arte pertenezca al artista. Muy pocas veces el artista es completamente libre y no se ve encorsetado por sus circunstancias históricas.
Yo: Pero es entendiendo esas circunstancias históricas cuando somos capaces de captar la verdadera esencia del artista (entendiendo la influencia del stalinismo en las piezas de Shostakovich por ejemplo).
Loro: Justo al contrario. El arte pertenece al artista cuando es capaz de sortear sus circunstancias históricas y mandar un mensaje a la posteridad. Por ejemplo, con la manera en que el carnaval una vez reinstaurado por el franquismo es capaz de sortear con ingenio la censura, o cuando el propio Shostakovich utiliza la ironía para criticar al Stalinismo sin dejar de utilizar modelos musicales stalinistamente aceptables. Pero es difícil encontrar la libertad y autenticidad pura del artista. Incluso hoy en día, la mayoría de las películas que vemos y novelas que leemos son encargos de la productora o la editorial. En la Edad Media el arte pertenecía a la iglesia, en el renacimiento al mecenas que ponía el dinero, en el barroco a la nobleza y los reyes, en la época moderna al burgués urbano culto y con dinero para ir a galerías y teatros y con las vanguardias del siglo XX el arte fue dueño de sí mismo, el arte pertenecía al arte. Hoy en día el arte pertenece al mercado (de ahí que Maluma, Marvel y Dan Brown sean las expresiones artísticas más cotizadas en el siglo XXI).
Yo: Bueno, pero eso es ocio. No toda la música, cine o literatura tiene que removerte por dentro. Hay que diferenciar el ocio de la cultura y ambos tienen su público. ¿Qué culpa tiene el dueño del cine de que a la gente le guste más un tipo de películas que otro?
Loro: Sí. El problema es cuando el ocio consume todo el espacio de la cultura. Si nos regimos sólo por leyes de mercado y a la cultura no sé le da su espacio, cada vez tendrá menos público. Si el guion de una película o de un libro lo elige un algoritmo que es capaz de predecir lo que quiere el público, el arte y la cultura se convertirán en una fábrica. Volviendo al libro, Lenin decía que el arte pertenecía al pueblo.
Yo: Pero muerto Lenin, en la URSS de Stalin no importaba qué opinara el público o la crítica. La única pregunta importante era si le había gustado al líder o no, y la respuesta podía significar la vida o la muerte.
Del artículo del Pravda que inaugura la primera parte del libro se puede obtener una idea bastante clara de lo que significaba el arte para Stalin:
“los compositores fácilmente podían desviarse del tipo de música que el pueblo deseaba oír. Y más aún, puesto que todos los compositores eran empleados del Estado, era deber de éste, si cometían ofensas, intervenir y obligarles a una mayor armonía con su público.”
“Es evidente que el compositor nunca ha considerado el problema de lo que el público soviético busca en la música y espera de ella. Es obvio el peligro que esto supone para la música soviética.”
Loro: Pero lo que pensaba Stalin no es aplicable al papel del arte (ni al de muchas otras cosas) para el comunismo. El propio Lenin (para quien la frase “el arte pertenece al pueblo” tenía un significado diferente) dijo en su testamento que los únicos defectos del georgiano eran que era un bruto y un grosero y que los miembros del partido debían buscar la forma de destituirlo como secretario general. Su comprensión de la cultura, al igual que de la revolución, era la de un iletrado reaccionario y obsesivo. Consideraba que las composiciones simples y folclóricas eran las más altas representaciones artísticas y que el arte abstracto y de vanguardia era despreciable arte formalista, burgués.
Desde la revolución y durante todo el mandato de Lenin el arte no sólo es considerablemente libre sino que entra en ebullición. Los artistas crean un nuevo arte de estilo modernista, algo que había rechazado la anterior clase aristocrática blanca. Aunque muchos artistas consagrados emigraría ya en esta época a occidente debido a la guerra civil, los integrantes de las vanguardias apoyaron la revolución, viéndola como una oportunidad para abrir la cultura a otros horizontes diferente al monopolio academista de la época anterior y para separar el arte y el estado. Artistas, escritores y cineastas como Kandinsky, Pável Filónov, Malévich, Chagal, Eisenstein o Vladímir Maiakovski disfrutaron de libertad artística y ocuparon puestos de responsabilidad en la dirección cultural durante estos primeros años, antes de tener que exiliarse o ser perseguidos, asesinados o simplemente silenciados con la contrarrevolución termidoriana de Stalin.
Tres personas miran uno de los cuadros expuestos de Filónov, en Málaga.[3]
Yo: ¿Qué opinaba Trotsky?
Loro: Trotsky también criticaba duramente la política stalinista en “La revolución traicionada” donde definía la dramática situación del arte en estos términos: “La vida del arte soviético es una especie de martirologio. Después del artículo consigna de Pravda en contra del “formalismo”, se inicia entre los escritores, los pintores, los directores teatrales, y aun los cantantes de ópera, una epidemia de humillantes retractaciones. Uno tras otro se arrepienten de sus propios pecados del pasado, absteniéndose, por lo demás –por si acaso– de precisar lo que es el “formalismo”. […] Los juicios literarios se revisan en unas cuantas semanas, los manuales son corregidos. Las calles cambian de nombre y se levantan monumentos porque Stalin ha hecho una observación elogiosa sobre Maiakovsky. La impresión que una ópera produce a los altos dignatarios se transforma en una directiva para los compositores”.
Yo: ¿la URSS es el primer país que se preocupa por el arte de esa forma?
Loro: La censura del arte y el asesinato de artistas rebeldes no ha sido monopolio de Stalin. En la historia encontramos ejemplos de uno y otro. En la antigüedad clásica, Sócrates fue obligado por un tribunal ateniense a beber cicuta por criticar la tiranía de Critias (aunque realmente la acusación era por pervertir a la juventud, algo parecido a lo que le pasa a Julian Assange en la actualidad), Ovidio fue desterrado por Augusto, y Séneca condenado a muerte por tres emperadores romanos: Calígula, Claudio y Nerón. ¡Cómo sería su oratoria para sobrevivir a dos de ellos! El Cristianismo fue el gran censor de la Edad Media, desde el emperador Teodosio que ordenó quemar todos los escritos de los enemigos de la nueva religión oficial, hasta la prohibición de la traducción de la Biblia a idiomas vernáculos para que la única interpretación posible fuera la institucional, que sería una de las razones del surgimiento del protestantismo. ¡los pontífices siempre a la vanguardia de los tiempos!
En el siglo XX encontramos ejemplos en el asesinato de García Lorca por el franquismo, en la famosa noche de quema de libros prohibidos del régimen Nazi (entre los autores que pasaron por el fuego encontramos judíos como Einstein o Freud y críticos del fascismo como Thomas Man o Hemingway), en el asesinato de Victor Jara por los golpistas de Pinochet, en la prohibición del carnaval en la España franquista, en la lista negra de McCarthy.
Yo: Vi una película sobre la lista negra muy interesante, Trumbo. En ella se explica el ostracismo que vivieron grandes guionistas como el propio Dalton Trumbo en los años 50 por su ideología de izquierdas, alguno de los cuales llegaría a suicidarse.
Loro: Efectivamente. La purga se dio a ambos lados del telón. Aunque yo hubiera cogido a Willy Toledo para el papel de Trumbo, creo que se hubiera metido en el papel mejor que Bryan Cranston.
Yo: En la película Novecento de Bertolucci también vemos una escena donde la policía censura al arte, impidendo la representación de unos titiriteros que instaban a la huelga general.
Loro: ¿Eso no pasó hace un par de años en Madrid?
Yo: La película es del 76.
Loro: Me habré confundido. Otro caso parecido se dio el año pasado en Valencia, cuando un grupo de “constitucionalistas” interrumpió la emisión de “Cuando acabe la guerra” de Amenábar.
Yo: Te vuelves a equivocar. Eso ocurrió en 1930 en Alemania. Goebbels, que después sería ministro de propaganda de Hitler, acompañado de un grupo de camisas pardas, interrumpió la película “Sin novedad en el frente occidental”. ¿Cómo va a ocurrir eso en el siglo XXI?
Loro: No doy una.
Yo: Pero nos estamos desviando de la novela. En el segundo capítulo vemos un cambio en la forma de relación entre arte y poder. Han pasado los años duros de Stalin y con todo sospechoso de disidente muerto o encarcelado, el líder Soviético decide utilizar el arte en su favor. El poder manda a Shostakovich a la conferencia de Paz de Nueva York como uno de sus representantes y lo obliga a dar un discurso denostando al que para él era el mejor compositor del siglo XX, su compatriota Stravinski, exiliado en EEUU.
Loro: El propio Krushev, tras la muerte de Stalin criticó duramente su postura artística en tiempos de lo que él mismo llamó el culto a la personalidad. Esta utilización de la fama del músico en beneficio de la propaganda se ve aún más claramente en el tercer capítulo, cuando Nikita Krushev lo nombra director de la Unión de Compositores y lo hace afiliarse al partido. Con Krushchev en el poder, esta relación es mucho más relajada. La censura sigue existiendo, pero se liberan artistas de los gulags y la utilización del arte por el poder pasa a ser una petición y no una orden.
Yo: Bueno, tras 30 años de terror, a los escritores y músicos a lo mejor se les había olvidado como ser asertivos. En el libro aparece algún fragmento en el que Shostakovich se siente culpable por no mostrar valentía en esos momentos (“las conversaciones con el poder se volvieron más peligrosas para el alma. Antes habían puesto a prueba la magnitud de su valor; ahora sondeaban la magnitud de su cobardía”). ¿Cuál era entonces la visión común de la URSS sobre el arte?
Loro: Aunque de muy distinta manera, todos los líderes soviéticos estaban de acuerdo en que la cultura era muy importante para la formación del pueblo y por eso debía ser subvencionada por el Estado. El pueblo necesitaba una formación básica para entender el arte y el arte subvencionado (o permitido, según de quien hablemos) debía acercarse a lo que todo el pueblo pudiese comprender, un tipo de música, pintura y literatura derivadas del folclore con sentimiento nacionalista que ayudara a crear nuevos mitos fundacionales, alejados de los símbolos de la Rusia Zarista, de Pedro y Catalina.
Yo: Ahora que lo pienso, esa idea se refleja en una película polaca maravillosa de 2018, Cold War de Pawlikowski, en la que el protagonista crea una academia para jóvenes cantantes y bailarines que representan la esencia del folclore nacional. La película está llena de detalles que reflejan la relación del arte y el poder: la progresiva apropiación de las músicas del pueblo por parte del Gobierno a fin de ponerlas al servicio de la propaganda oficial, el retrato de Shostakovich presidiendo el despacho del comisario político polaco cuando ya en tiempos de Krushev se ha convertido en el músico oficial de la URSS, etc.
Loro: Shostakovich estaba empeñado en componer música trágica, que reflejaba su estado de ánimo y su angustia, cuando Stalin declaraba que vivía un tiempo feliz. Lo acusaron de formalismo. Sin embargo, en la quinta y la sexta sinfonías compuso música optimista y conectada a los símbolos del régimen, aunque algunos dicen que en realidad la obra es irónica y hay oculta una crítica a Stalin.
Yo: Me cuesta captar el sarcasmo cuando la gente bromea como para captar la ironía en la música. La única crítica que puedo hacer de una obra musical es me gusta o no me gusta. No me pidas más.
Loro: A Barnes le pasa lo mismo.
Yo: Volvamos a la literatura que me siento más cómodo. ¿En qué otros momentos históricos vemos la utilización propagandística del arte por el poder?
Loro: Tenemos un claro ejemplo en la creación de los mitos fundacionales del imperio romano, cuando Mecenas encarga a Virgilio la Eneida para hacer la pelota a Octavio. La obra de Virgilio serviría para ligar el poder de los emperadores a la estirpe de los héroes de la Guerra de Troya, justificando la legitimidad semidivina de su gobierno. Una función parecida desempeñaría el pintor Jacques Louis David para la revolución francesa con cuadros como El juramento del Juego de Pelota y más tarde para Napoleón (Napoleón cruzando los Alpes). También sería encarcelado en tiempos del Directorio.
Yo: Pues como Shostakovich, que fue utilizado y censurado por el poder a partes iguales.
Loro: En la fundación de EEUU vemos en la utilización del arte un claro paralelismo de construcción de los mitos fundacionales con lo que sería la Eneida para Roma.  Los peregrinos del Myflower se identifican con Eneas huyendo de Troya y George Washington es el Cesar Americano (el cuadro del general cruzando el río Delawere de Emanuel Leutze es una clara referencia a Cesar cruzando el Rubicón). Walt Whitman jugaría este papel desde la literatura promoviendo la creación del concepto de mesianismo del pueblo americano que tantas guerras en el exterior ha servido para justificar. Pero si hay un tipo de arte que ha servido para promocionar las ideas surgidas de la Casa Blanca y el Pentágono, ese ha sido el séptimo. 
Yo: Bueno, en eso se parece entonces a la URSS. Lenin dijo que, puesto que el arte pertenecía al pueblo, el cine era mucho más valioso que la ópera para el gobierno soviético. No he visto ninguna película rusa pero se me ocurren algunas americanas que se ensalza el patriotismo estadounidense, como el patriota, el francotirador, 13 días, Rocky IV, etc.
Loro: No sólo la idea de gran nación sino también los valores capitalistas y del american way of life. En “en busca de la felicidad” sólo falta para completar el sueño americano que Will Smith se tomara el café con una taza de Mr. Wonderful.
Yo: Supongo que durante la guerra fría sería aún peor ¿no?
Loro: Desde luego. Hollywood nos ha hecho creer que el día D, con el desembarco del tío Sam en Normandía, fue el punto de inflexión que salvó a occidente del nazismo, ignorando al millón y medio de muertos de Stalingrado. Washington tenía departamentos específicos para introducir sus valores en películas, al principio de una manera completamente explícita con títulos como “Cita a las once” o “The Red Menace”. Pero después de una manera mucho más sutil con la inserción de imágenes y diálogos favorables a las tesis y los valores del mundo occidental. Lo dijo el propio presidente de EEUU Dwight D. Eisenhower: “Nuestro objetivo en la guerra fría no es conquistar o someter por la fuerza un territorio. Nuestro objetivo es más sutil, más penetrante, más completo. Estamos intentando, por medios pacíficos, que el mundo crea la verdad. (…) A los medios que vamos a emplear para extender esta verdad se les suele llamar ‘guerra psicológica’. Es la lucha por ganar las mentes y las voluntades de los hombres”. La CIA ayudó a financiar y distribuir por todo el mundo la adaptación en dibujos animados del clásico de Orwell Rebelión en la granja y propuso a las principales figuras del cine del momento, como John Ford o John Wayne, que sus películas contuvieran un mensaje en defensa del mundo libre y contra la tiranía comunista. Pero la guerra fría cultural no se limitaría al cine. Incluso se sospecha que la CIA financió ediciones de libros cuyo contenido se consideraba afín, como Un yanqui en la corte del rey Arturo o Doctor Zhivago y que hizo campaña para que no le dieran el Nobel a Pablo Neruda. Toda esta guerra fría cultural ha hecho que en occidente se identifique al comunismo sólo con el peor momento de Stalin.
Yo: También se dibuja en el libro la relación del poder con el arte que sirve para criticarlo. Shostakovich hace en la novela una clara diferencia entre denunciar el poder desde fuera (como Stravinski) y lo que le piden a él que haga (denunciarlo desde dentro): “querían tu sangre. Querían mártires para demostrar la maldad del régimen. Pero el mártir tenías que ser tú, no ellos. Querían que el artista fuera un gladiador que luchaba en público contra fieras y cuya sangre manchaba la arena. Todo el mundo había querido de él más de lo que podía dar. Pero lo único que él siempre había querido darles era música. Ojalá las cosas fueran tan sencillas”
Loro: Bueno, ya hemos visto que criticar el poder desde dentro suele tener consecuencias. También lo vivió Emile Zola, quien tuvo que exiliarse de Francia después de su artículo “J’accuse…!” en el que denunciaba el caso Dreyfus.
Yo: Esa historia se cuenta en la novela an officer and a Spy de Robert Harris. Polanski la lleva al cine en 2020.
Loro: El Carnaval de Cádiz y los cineastas Michael Moore y Oliver Stone son otro magnífico ejemplo de crítica al poder desde dentro. Y el Guernica de Picasso es la representación artística pacifista y antifascista más conocida.
Yo: Bueno, también hay otro fragmento del libro en el que Shostakovich menciona a Picasso. Lo acusa de defender a Stalin desde su residencia burguesa en París. "¡Qué fácil era ser comunista cuando no vivías bajo el comunismo! Picasso se había pasado la vida pintando sus mierdas y aclamando al poder soviético. Pero Dios no quiera que cualquier pobre artistilla sometido a la férula soviética intente pintar como Picasso. Era libre de decir la verdad: ¿por qué no lo hizo en nombre de quienes no podían? En vez de eso, vivía como un hombre rico en París y en el sur de Francia pintando una y otra vez su repugnante paloma de la paz. Él aborrecía aquella puñetera paloma. Y aborrecía la esclavitud de las ideas tanto como la esclavitud física."
Loro: Dejémoslo para otro día, que el Tato está cerrando el bar.
Yo: La gran genialidad de Barnes, no sólo con el ruido del tiempo, es que su obra es un torbellino de inteligentísimas reflexiones filosóficas y artísticas. Nos hemos dejado en el tintero ideas tan interesantes como su guiño a la visión tolstoyana de la historia (“nada comienza nunca de manera tan concreta. Empezaba en diferentes lugares y en mentes diferentes”), su referencia a que el genio y el mal son incompatibles (me encantaría rebatir esa afirmación con ejemplos como el de Polanski, Caravaggio o Kevin Spacey), la relación del poder con Wagner (desde la óptica de Berlín y de Moscú), el choque del comunismo y del capitalismo cuando Shostakovich viaja a Nueva York (“¿Y qué esperaba de América? No, desde luego, capitalistas de caricatura con sombreros de copa y chalecos de barras y estrellas desfilando por la quinta avenida y pisoteando al proletariado famélico”), el miedo en todos sus aspectos, etc.  La obra de Barnes es una sucesión infinita de insinuaciones y frases ingeniosas, cada una de las cuales darían para empezar un libro o realizar una crítica tan larga como ésta.
Loro: Recuerda que, dice Geoffrey Braithwaite, el narrado ficticio de Barnes en el “loro de Flaubert” que Flaubert detesta a los críticos porque son autores frustrados.
Yo: afortunadamente esta crítica no la firmo yo, sino Charly Parker o el bisnieto de cuerpo verde y garganta roja del loro de Flaubert.



[1] Ilustración de Auguste Leroux para Un Coeur Simple de Flaubert.
[2] En la fotografía: Dmitri Shostakovich, Vladimir Mayakovsky, Vsevolod Meyerhold y Alexander Rodchenko.
[3] Vera A. Lyubimova "La llegada de Lenin a Petrogrado el 3 (16) de abril de 1917".
Pavel Filonov “El Banquete de los Reyes”

[4] <<La muerte de Séneca>> por Manuel Domínguez Sánchez
[5] <<Napoleón cruzando los Alpes>> de Jacques-Louis David.
[6] <<Washington cruzando el Delawere>> de Emanuel Gottlieb Leutze.
[7] Fotograma de la película «J'accuse», de Roman Polasnki. Aparece una recreación del periódico en el que se publicó el artículo «J'accuse» de Emile Zola.

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